lunes, 22 de noviembre de 2010

La vida fuera de la estación o Ana, segunda parte




Hace más de un año, encontré a Ana en el tren.

Pensé que había borrado su número de mi teléfono, porque no nos vimos más y las cosas se diluyeron.

Pero esta mañana, cuando salía a la estación para tomar el tren a Friburgo, sonó la alarma de mensajes. Y me marcó un contacto conocido:



"Hola. Para mi tesis tengo que entrevistar a mujeres de lengua materna español. Sólo les quita 1 hora. Diganme si pueden. Cuándo? El café lo invito yo. Besitos y saludos. Ana desde Friburgo."



"Tanto tiempo! Qué casualidad, estoy yendo a Friburgo ahora, pero es un poco justo en este momento. Te dejo mi mail así arreglamos XXX@xxx besos"


"Si yo he tenido tantas cosas. Los estudios, el divorcio, mi nueva pareja y un bebito en camino. Tu aún vas a Ginebra? Te escribo esta semana al mail que me dices. Saludos y un abrazo"



Más allá de que, después de haber dado tanta información en un mensaje de texto podría haberme evitado el humillante "tu aún vas a Ginebra?" (que se leía como "y en tu vida pasó aunque sea un diez por ciento de lo que pasó en la mía?)... digo, más allá de eso, me alegró saber de su vida fuera del tren...
Por lo visto, sigue a toda máquina.

sábado, 13 de noviembre de 2010

De perros


Yo no soy una persona que ame particularmente a los perros. Tampoco es que les tenga fobia ni rabia (cuac). Por mí, mientras que no me muerdan, que hagan lo que mejor les parezca.

Siempre me produce un poco de admiración la gente que tiene mucha conexión con estos animales. Por eso mi amiga Gabi, que parece haber descifrado el sistema fonológico del habla perruna, me merece el mayor de los respetos.

En Suiza, al principio, me chocó bastante que los perros tuvieran tanta importancia social, una importancia que yo al principio no registraba. Me acuerdo de una noche en la estación de ginebra, en la que esperábamos el tren con una compañera de trabajo. Mi compañera, de pronto, se quedó con la mirada perdida y dijo "Qué extraño, un perro solo"... para mí, lo extraño era su extrañeza. Y sólo entonces me di cuenta de que durante todo un año en suiza, no había visto perros abandonados.

Los perros pagan impuestos, entre otras particularidades (y no es joda, aunque lo parezca) y cuando una persona pide plata con un perrito al lado, el generoso corazón de un suizo promedio se sensibiliza mucho más que si una persona pide con un bebé. Esto me lo explicó mi vecina, que además de suiza, es agudamente crítica y fínamente irónica; para ella es muy claro que un perrito es mucho más simpático que un político de extrema derecha (y puestos a comparar, qué opción te queda).

Pero el indicio más claro de que acá los perros llevan las de ganar, la viví hoy en el tren. Mi vecina de tren subió con un perro grande, ni idea qué marca, porque a mí, me da igual. Pero me hacía acordar a esos que están en la plaza de bariloche con un barrilito al cuello; un San bernardo,creo... en fin, parecido, no igual.
Peludo (bue, que perros pelados no se si habrá muchos) y con cara de bueno (en serio estoy escribiendo esto?).

Mi vecina le hablaba, lo acariciaba, le daba alimento balanceado en la boca...
y yo leía mi novela, con las patas en el asiento, calculando si la correa le permitiría al cuadrúpedo llegar hasta allí en el caso de que quisiera explorar el tren.

Entonces mi vecina ajustó la correa un poco más, se levantó y me dijo si podía cuidarle el perro (textual) mientras iba al baño. Yo intenté poner la mejor cara de desorientación y desamparo que pude componer , entonces ella, sin reparar en que para mí eso rozaba lo surrealista, agregó, en tono tranquilizador:


"Va a levantarse, va a tirar de la correa y puede ser que se cambie de asiento, pero nada más"

Y yo qué pito toco cuidando un perro que pesa el doble que yo???

no sé, pero sonreí porque ante todo a los locos se les sigue la corriente.
Pero cuando la chica se fue, el perro peludo se levantó, miró a su chica que se iba por el pasillo,y me miró a mí, con mirada desesperada (lo juro), y le temblaron las piernas.
Y entonces, pasó lo que nunca pensé que podría pasarme.

Miré al perro, y le dije, en español (???), vergonzozamente fuerte (o sea que alguien pudo escucharme):

"No te preocupes, que ya viene".

Me encontré hablandole a un perro desconocido en el vagón de un tren. Yo, perfectamente escéptica de la religión perruna, destrocé mis no creencias con una patética profesión de fe en la raza canina.

Cuando la dueña volvió, me agradecíó con sentimiento y me explicó que él (ahora es él, no más el perro) él había sido abandonado y por eso tenía tanto miedo cada vez que lo dejaban. Y no volvió a hablar más, hasta que más tarde pasó el inspector y la chica le mostró los dos ticktes, el de ella y el perro.

Por suerte, bajaron en Fribourgo. Mis avances en el conocimiento de la raza perril habían sido bastante para un solo día.

miércoles, 27 de octubre de 2010

casualidades ... y van...

La primera historia del blog fue una anécdota que le escribí a la guada en un mail. Una casualidad: una persona que vi bajarse del tren, que vi subir al mismo bus que yo, que vi bajarse en la misma parada que yo y que resulto ser mi compañera de trabajo. Olé.

La primera anécdota fue la casualidad... y todos fueron en cierta forma casualidades, variaciones de casos... como lo fue el reencuentro con el enano enamorau, como lo fue perder el tren para poder conocer un lugar o compartir una charla, como lo fue escuchar conversaciones ajenas y conversaciones que me estaban destinadas.
Y hoy me bajo del blog y del tren (porque ya me aburrí) con otra casualidad.
Desde hace un mes y medio, más o menos, me toca -como parte de mi trabajo- filmar clases en Fribourg.


La profesora que tengo que filmar se llama Veronique. La he estado escuchando, filmando y admirando -porque me cae bien- durante varios días... y siempre pensé que su cara me „sonaba“ de alguna parte.
El viernes fue el último día de filmación. Nos quedamos charlando un momento y hablamos de trabajo ...las dos estudiamos algo similar.
No sé cómo salió el tema. Me dijo que ella se acordaba que nos habíamos visto antes.

Hace 3 años estuve en suiza sólo por dos meses (esos dos meses en que todos los buses y los trenes tuvieron demoras). En esos dos meses, una vez tuve que presentar un poster en Ginebra. Me senté en el tren con mi poster (reconstruyo, a partir de lo que ella me contó), y aparentemente en Romont subió una mujer. Que se sentó al frente. Que estudiaba lo mismo que yo. Que iba al mismo lugar. A presentar también un poster. Que se llamaba Veronique. Y que se sentó al frente de Verónica -o sea al frente mío (o de mí, para los puristas)-.

Tres años más tarde, ella me contó su parte y yo recordé y me di cuenta de por qué su cara me parecía familiar. Después de filmarla durante un mes y medio.

Capaz que las casualidades pasan todo el tiempo. Seguro. Y no tienen nada de especial. Capaz. Pero si todo es casualidad, entonces el curso „normal“ de las cosas debe ser verdaderamente extraordinario. Además de aburrido.
Y como estoy por llegar a Berna, voy cerrando la compu para bajarme del tren... y bajarme quizas del blog. Las casualidades, de todas formas, están por todas partes.

martes, 26 de octubre de 2010

qué bueno que es perder el tren

El domingo nos juntábamos a comer una fondue en lo de unos amigos. Para llegar, tenes dos horas de viaje, si no perdés ninguna conexión. (había que concentrarse: fondue, fondue, dale que llegamos).

Nosotros, justamente, perdimos el tren y se nos hizo media hora más. Cuando es domingo a la mañana, hace frío, llueve y hay viento, llevás una hora y media de tren y te dicen que tenés que comerte media hora (más) de espera en un pueblo... sabés qué? te cambio el fondue por un sandwiche de milanesa.y me vuelvo a dormir a mi casa.

Thomas propuso caminar al lado del lago que está pegado a la estación (sí, había un lago, pero de la bronca no lo veía).

y cinco minutos más tarde encontramos un bar- barco o un barco amarrado a la orilla que funciona como bar, y entramos a tomar un café.

Estuvimos 15 minutos en el bar barco, de los cuales 10 me los pasé preocupada porque no nos atendían, preocupada porque no nos traían el café e íbamos a perder otro tren, preocupada porque el tipo de la mesa de al lado no se corría y no me dejaba sentarme cómoda.

Pero los otros cinco minutos fueron lo mejor de la semana: café rico, un lago que empecé a ver (a veces lo cursi puede estar bueno,también, mirá vos), la música de los años veinte, el calorcito de estar en un lugar cerrado mientras que el barco se movía. Cinco minutos de conexión con las sensaciones más básicas. O de desconexión, ponele, con todo lo demás. Cinco minutos perfectos.

Hay pocos momentos perfectos en la semana de una histérica...
y nunca pensé que perder el tren podía ser uno.

sábado, 23 de octubre de 2010

Nada mas evitar el contacto... y la casserole



Una dama sube al tren en Genève. Es alta -al menos desde donde yo la veo, mi metro cincuenta, digo- tiene una chalina hermosa y parece alterada.
Se sienta más o menos cerca, de espaldas a mí. Yo prendo la compu e intento trabajar. Ella toma el teléfono y empieza a hablar. Y ahí me doy cuenta. No parece, ESTÁ alterada... Transcripción parcial de una larguísima conversación telefónica en franceñol:

„Te digo que la caserole ya no la necesitamos más... vamos a dejar sus cosas en la basura (!!!)
Vamos a enviarle un mensaje que vaya a buscar sus cosas en la poubelle. Pues si llama hoy día, dile que esta noche le dejas el sac en la basura...
Le envías papel cuando son facturas, no cuando son letras importantes. Es mejor... para qué verse?
si llama hoy por la tarde le dices que ella vaya a sacar sus cosas a la esquina y ya está.
Si llama hoy...
sabes que es mucho problema todo esto.
Es mejor evitarla. Yo pensé... más reclamaciones para nada...
Si llama por teléfono no contestes a sus llamadas.
Ella no va a morirse sin esas pequeñas cositas.
Nosotros no necesitamos la casserole
yo también …
si quieres yo sacaré el saco a la esquina y la llamaré y le diré: 'si quieres pasar a recoger tus cosas puedes hacerlo'
porque ya la has llamado hace varios días y no ha pasado. Por qué no ha pasado ayer??
Ella dijo que se iba a pasear. Qué es mejor ?? pasar a recoger tus cosas o irte a pasear??
Le diré: 'No quiero ningún contacto entre ti y Ricardo y si sigues molestando no vas a dejarnos mas alternativa que denunciar.'
Yo le voy a hablar sin gritar.
Y esta noche ya nos vemos y hablamos de eso... es para eso que te llamo...
Te estas deshaciendo de una mala mujer. Es eso mejor. No respondas. El correo electrónico...

Tu evítala por internet... exactamente... bloqueala...y por teléfono
y le dices a la hermana o al pastor. Si dices 'no tenemos mas altenartiva que una denuncia...'


Yo no sé quien es la „mala mujer“ que tiene que pasar a buscar su „sac“ (su bolso) a la "poubelle" (al basurero), ni por qué es tan importante una casserole (??). Tampoco tengo idea de quién es Ricardo ni si tiene que hablarle por teléfono, o no hablar, responder o no responder, bloquear a la mala mujer en internet o escribirle un mail.

Yo no sé nada más que esta mujer está alterada...

y que me gusta su chalina.

La diversidad sociocultural en cinco estaciones


Berna: 7: 04hs. Bajan señores de traje con maletín. Suben chicas y chicos con mochilas y varios con bolsos „freitag“, de materiales reciclados, snobs y ecológicamente comprometidos, suben cafés del supermercado Migros. Gente dormida

Fribourg, 7: 26 Bajan bolsos freitag; bajan y suben mochilas, suben termos de café. Gente medio dormida.

Romont : 7:44. Suben chicos con mochilas, chicas con bolsos de hello kities, chicas con riñoñera (por qué las habrán inventado?), señoras con bolsos de plástico y de tela, bolsos de supermerado...gente sonriendo

Lausanne: 8:15 Suben maletines, suben bolsos louis vuiton e imitación LV (no es que los distinga, lo digo por las dudas; veo por primera vez las marcas que me enteré que existían viendo revistas en la peluquería), suben cafés (o frapuchinos?) del starbucks. Gente que habla fuerte.

Genève: 8:52. Estación terminal. Baja todo el mundo (o casi... quedan las valijas que van al aeropuerto).

Magnifique, Prima y buena onda










Una sube dormida al tren, que llega con demora.

El tren tiene demora si una llega temprano a la estación. Si, en cambio, una llega 29 segundos tarde, el tren parte en horario (y claro, lo pierde).

Afuera llueve y está fresco.

El diario es un bajón: Bélgica se separa, Alemania prolongó la explotación de las plantas nucleares, la crisis norteamericana repercute en el mundo entero y los mineros chilenos, los que no están enterrados, no tienen trabajo ni posibilidades de indemnización laboral.

Cierro el diario y prendo la compu. Que bueno que el tren no tiene internet.

En eso escucho un derroche de „buen día“ que avanza por el pasillo del tren. „Próxima estación: Fribourg“, „buen día, pasajes por favor“, „magnífico“, „super“, „fantástico“. „Merci“, „Grüetzi“ (hola en Zurich), „super“, „prima“...

El tipo parece extasiado con la sola contemplación de un ticket de tren. Cuando le muestro mi abono general parece regodearse de placer : Parfait! Merci beaucoup!

Joder, qué tipo buena onda.

Sigo escribiendo. Antes de la estación siguiente vuelve a pasar. Escucho que le dice „magic“ a alguien.

Lo mágico evidentemente no es el ticket, sino que alguien pueda ver magia en controlar pasajes. Y lo mágico es también que este tipo, de desproporcionado buen ánimo, me cambió el día. Y ahí viene de nuevo: „Bonjour“,"Magnifique", "Prima".

miércoles, 16 de junio de 2010

El mundial en el tren

El sábado pasado jugaba argentina contra nigeria el primer partido del mundial. Y yo, ¿dónde podía estar? Pues en el tren.

Salí del trabajo cuando empezaba el partido, llegué a la estación apenas empezado y busqué una pantalla, sólo para descubrir que ya habían hecho un gol.
Cuando busqué alguien con quién festejar, sólo encontré un grupo de nigerianos con cara de "si festejás te linchamos".
Así que me subí al tren y empecé a mandar sms para que alguien me cuente qué pasaba...

En Lausanne subió una chica con una bandera al cuello, y se me hizo que era futbolera. Como se sentó al frente, aproveché para preguntarle qué onda el partido. Del mío (mío, sic) no tenía idea, pero empezó a hablar de su equipo, de Francia, y de lo grave que era que no estuviera Zidanne (se escribe así?).
La conversación futbolera se acabó rápido, pero siguió contándome que ella era francesa-argelina, pero que vivía en friburg (suiza) y trabajaba en Sión (un pueblo a 2hs y media).
Lo bueno de encontrarte con alguien "nuevo" es ver qué tiene para contar...así que yo la dejé hablar, y escuché cómo me explicaba que "Argelia y Francia son el mismo país, sólo que en Argelia no tienen de presidente a Sarkozy".
Como me pareció original su nueva división geopolítica, seguí preguntándole y me enteré que en Argelia "todos hablan Italiano, francés, inglés ah y también árabe, todas en la escuela". Vamos, que nadie tiene la obligación de saber qué se habla en Argelia. pero si decís que sos argelina le podes poner onda... digo. Wikipedia está al alcance de todos...
Pero mi compañera de viaje era un libro abierto y sus conocimientos del mundo no se detenían en las fronteras "euroafricanas".
"alors, Argentine, j'adore Argentine, je vois toujours FloJriciennntá"
Floricientá bien nasal y con acento en la á suena raro, así que se lo tuve que hacer repetir para entender que lo que la hacía amar mi país era un producto de Cris Morena.

Así que seguimos hasta friburgo escuchando cómo hablaban "Greta, Federico" y la "mechante" (la malvada),a quienes yo no conocía pero que debería conocer porque eran argentinos...
Se despidió muy simpática, con su bandera de francia usada como bufanda, y me recordó varias veces el canal y el día en el que puedo ver la versión de Floricienta doblada al francés...

yo seguía sin recibir mensajes que me avisaran si había novedades del partido argentina-nigeria, así que a esa altura pensé quizás mi viaje en tren había sido más interesante que el mundial mismo.

Y, de paso, me hicieron un resumen de Floricientá.

lunes, 19 de abril de 2010

Lo bien que hablamos español

La semana pasada estuvimos con unos amigos en Ticino, la parte de suiza donde se habla italiano.
Aunque mi italiano no es otra cosa que mi cordobés hablado con lentitud desesperante, yo me las tiraba de intérprete. Y meta buon giorno de acá y de allá. En un bar, orgullosa de mi rol social, le pregunté a una señora que parecía dueña:
-« disculpe (pausa), entiende (pausa) español ?
- si
- « podriamos (pausa) dejar (pausa) las mochilas (pausa y señalo los bolsos) aquí (pausa y con el dedo apunto el suelo) por unas horas ? (pausa) Queremos (pausa) caminar (gestos) por los alrededores (digo mientras muevo las manos señalando el entorno).
- si.
- grazie
Un poco mas tarde la señora nos sirve algo para tomar y me pide que les traduzca a mis amigos que no queda mas gaseosa que la azul (azul, te juro).
Yo traduzco, y como la profe de lengua que supe ser y siempre seré en mi corazón, sonrío condesciendente y le digo (tipo para alentarla):
- Habla muy bien español !
- Porque soy española.
Pausa.
Feo, te digo, como momento.

Esta mañana en el tren, mientras trabajo, escucho una pareja colombiana que se desespera tratando de entender un itinerario de conexiones. Con esto de que el volcán islandés consiguió lo que ninguna cumbre climática habia logrado –es decir, reducir el tráfico aéreo- los trenes son la estrella absoluta. Los colombianos vienen viajando desde austria, con subidas y bajadas imposibles hasta el destino en madrid. Cuando la señora colombiana me ve con cara de colabradora (o sea de chusma), se acerca con el itinerario en la mano:
-Are you from here ?
- HAblo español, la estaba escuchando, dígame.
La señora, una especie de abuelita cheta, me asusta:
- Ay, otro ángel del camino !!! (te juro que dijo eso.que bajon, estoy condenada a ser una ñoña eterna).

Y ahí nomas me mando la pregunta que respondí amablemente (lo mínimo que puede hacer un ángel).
La mujer me agradeció vivamente y me dijo:
- Donde aprendiste a hablar tan bien español?

Bue, cualquiera que me escucha dos palabras me saca el dni cordobés. Pero claramente, CUALQUIERA SE EQUIVOCA.
- En argentina !! (pausa) donde nací !!!
La señora siguió sonriendo y empezó a retroceder sin dejar de mirarme, no vaya a ser que me le cagara de risa a sus espaldas. Pero no habia peligro. Claramente, no iba a ser yo la que juzgara a una de la confraternidad de colgadas.

PROXIMA PARADA

El tren anuncia en altoparlante, « prochaine arrete…. Geneve », despues lo repite en aleman « nächste halte…Genf », y como muchas veces estan los que ni entienden ni uno ni otro, por las dudas hay una tercera oportunidad: « next stop, Geneva ».

La cosa es que me tengo que bajar, como casi todo el mundo. Y mientras espero paradita en el corredor, veo que en un asiento una chica aprovecha y fabrica esculturas con alambre. Nada más.

Tomo por equivocacion un regional entre Fribourgo y Berna. Por equivocación, porque en vez de ir directo, para en un pueblo cada cinco minutos, lo que nos da unos ... varios pueblitos, mas o menos. En una de las paradas, sube un pibe, se sienta al frente, saca un cuaderno y una lapicera negra y empieza a dibujar. Yo miro el dibujo.Hace un tiempo me enteré de que no sirvo para la crítica de arte, cuando en el museo de la recoleta, una vez, renuncié a comprender por qué un almohadón de peluche anaranjado colgado en la pared representaba la cuestión de género y era «interesante», según una compañera de paseo. O sea, no puedo juzgar el dibujo de mi vecino de asiento, pero me impresiona. En la proxima parada –cinco minutos después- guarda todo y se baja. Gracias por la exposición.


Esta mañana viajo dormida porque pase la noche con insomnio. En fribourgo sube un chico y se sienta en diagonal, al frente. Saca partituras encuadernadas y empieza a … decir ? cantar ? en completo silencio. Pero todo el, su cara, sus manos, el cuerpo se mueven como director de orquesta. El pibe esta escuchándolo en silencio ! Grosso ! y verlo es un placer… Por un ratito atiendo el concierto… pero es verdad que como no puedo disfrutar demasiado y el insomnio empieza a hacer efecto, me duermo. Cuando me despierto en ginebra, el concierto se ha acabado hace rato, probablement en Lausanne, donde debe haber bajado el director de orquesta.
Y de nuevo, escucho : « prochaine arrete… » « nächste hallte … », « next stop »…

sábado, 27 de marzo de 2010

La vida, sigue igual ?



El tren que sale de Berna a las 8.34 tiene que llegar a Ginebra a las 10.15; lo cual es perfecto porque tengo la reunión al medio día. Pero en Fribourg nos dicen que es la estación final y que « todo el mundo desciende » (una manera de decir « bájense ia ») debido a un « Personen-Unfall ». Entre que lo dicen en alemán y que yo no conozco los códigos, me bajo bufando y preguntándome qué habrá pasado. En la vía alguien grita : « correspondencias Lausanne, Geneve, Geneve Aeroport, vía 2 ». Y todos corren, como movidos por la desesperación. Yo no entiendo nada pero corro también, aunque sé que el tren debería esperar a los pasajeros de todas formas.

De pronto me encuentro en un trencito regional, abarrotado de gente, que va a parar en todos los pueblitos de la región. De repente, descubro que hay muchos pueblitos en la región. Y finalmente me entero, también, que « Personen Unfall » -literalmente accidente de persona- es la perífrasis que se usa para decir que la vía está bloqueada por el cuerpo de alguien que se suicidó esa mañana.

En el tren se crea una hermandad extraña : una chica muy chic –muy típico de los se mueven entre Ginebra y Lausanne- charla desenfrenadamente con sus vecinos de asiento, gente muy tranquila que se mueve en la « campagne ». Todos hablan por telefono y avisan que llegan muy tarde, todos comentan la situación… Pero con calma. Cuando la persona que me explica que lo que pasó fue un suicido ve mi cara de horror, me tranquiliza diciendo « es bastante frecuente ».

Más tarde, Thomas me va a contar que en la formación de choferes de trenes les enseñan cómo afrontar estas situaciones : un cuarto de los choferes va a encontrarse un suicida en las vías en algun momento de su carrera. Si, todavía no lo proceso.

La hermandad se acaba en algun pueblito con nombre olvidado, porque cambiamos otra vez de tren al nuevo regional. Ahí averiguo que lo que normalmente serían unos 20 minutos de viaje hasta Lausanne en un tren rápido, nos va a llevar una hora. Otra mujer comenta que es la primera vez que visita esta región en toda su vida (considerando que es una suiza de 60 años, significa un descubrimiento). Como para hacer algo, conecto la computadora. La señora del frente baja la cortina de la ventana para que el reflejo no me moleste, la cortina se sube sola, y la señora - en un acto de generosidad- se duerme apoyada en la cortina para que yo pueda trabajar sin reflejo hasta Lausanne. Un poco antes de que se acabe la nueva etapa del viaje, saco las galletitas y comemos y charlamos.

Y en Lausanne, vuelta a cambiar. Pero ya no es lo mismo. Los nuevos pasajeros nada saben de lo que pasó en Friburgo. Además, este no es un tren regional.

Llego a la universidad a las 11.50, con una mezcla rara de angustia y alivio, de miradas solidarias, de gritos y de charlas tranquilas. Llego igual y llego distinta. Todavía 10 minutos antes de la reunion.

lunes, 8 de marzo de 2010

Mi vecina, un naranjita, una borracha y la SVP.


Mi vecina dice que cada vez que ella llama por teléfono a un celular, lo primero que pregunta es «estás en el tren ? ». Si la respuesta es positiva saluda y avisa que llama más tarde. Dice que, si no, es compartir la conversación con todo el mundo. Y tiene razón.
A veces entiendo que la gente que habla un idioma « no suizo », se sienta seguro y se despache con su vida privada al teléfono. Pero nadie está seguro. A una señora le puede pasar que le cuente – en español- sus problemas de alcoholismo a una amiga, sin sospechar que al frente estoy sentada yo, que ya sabemos que vivo un poco de las historias ajenas, y me entero como al pasar de que la mujer le echa la culpa a los que le alimentaron el vicio el sábado. Y banalizo, porque la historia era para llorar.
Lo que entiendo menos, con respecto a las charlas telefónicas trensísticas, es a los que hablan lenguas locales y no tienen problema, igualito, de contar de todo un poco.
Entonces todos nos enteramos que Mariana hace una reserva para dos personas, en el restaurant xx para este viernes; todos conocemos el balance semanal del negocio de alguien que canta cifras por teléfono, y sufrimos, la discusión telefónica de un gritón, discusión que tiene poco de amable –me parece, porque repite mucho «shit»-.
En este mismo momento, mientras escribo, una mujer, dice algo en suizo alemán. Ni idea de lo que significan los sonidos que le salen de la boca ; pero como sonríe todo el tiempo, juega con el foulard, y hace caritas de nena enamorada, me parece que yo no diría a todas voces, arriba de un tren, lo que ella está contando en este momento.
Más allá, un señor con apariencia de tipo serio- salvo por su pullover naranja- trabaja en la computadora y tiene –al mismo tiempo- una reunión laboral en italiano. No estoy prestando atención, pero insiste varias veces en aclarar que lo que dice lo hace « con tuto respeto » y de vez en cuando agrega « certo ».
Es que el tren es tan de todos que lo privado no existe (sino díganle a la señora que se cambiaba el cancán a la vista de todos).
Hace unos meses, un politico de la SVP –partido de extrema derecha, el mismo que hizo la campaña de las ovejitas blancas que expulsan a patadas a una ovejita negra del mapa de suizo, porque son tan sutiles los muchachos…- digo, este político de la SVP tuvo una conversacion telefónica con un –se puede decir correligionario ?- bah, con otro del partido. En esa conversación comentó cuánto disfrutaba un fracaso reciente de la izquierda. Lo que el señor no sabía (iba a poner buen señor, pero bueno un corno)- digo, lo que no sabía es que el que estaba en el asiento de atrás era un periodista del Wochenzeitung, diario de izquierda, que al día siguiente publicó la conversación y los escrachó con nombre y apellido.
Por eso yo pienso,no ? que si a la señora alcóholica, al naranjita, a la chica del foulard o al del balance semanal no les importa que haya chismosos cerca, está muy bien que sigan hablando por teléfono en el tren. Pero sino, mi vecina tiene razón. Certo, no ?.

Lo que pudo pasar y no pasó


El tren está lleno de historias y de no-historias. En los vagones pasan un montón de cosas, y muchas otras podrían suceder, pero no…
Veo de lejos al argentino y al brasileño que están por subir en uno de los últimos vagones. Corro para sentarme cerca y provocar- esta vez sí- el diálogo (y no solamente la escucha). Pero cuando creo llegar al vagón al que subieron, no los encuentro (o no los escucho, para ser más precisa).
Subo en el tren de Ginebra, en el asiento más cercano a la puerta, porque busco siempre el enchufe para la computadora. En Lausane, Francine me dice « Verónica ! Viajamos juntas y no nos vimos! ». Estuvimos sentadas espalda con espalda y nos encontramos cuando ella bajaba. À la prochaine !
Subo en Berna. Sube un hombrecito de sobretodo y sombrero (no gris, negro, pero casi, casi igual a Natalio Ruiz). Me pregunta con cortesía de otra época si el asiento está libre. Mientras me desengancho el aro de la bufanda, lo observo : es un personaje, y si no estuviera en este tren, podría estar haciendo teatro callejero en la peatonal. Está sentado justo al frente. Quiero charlar, pero no surge : cuando yo miro, él lee. Cuando él mira, yo tipeo en la computadora. Se baja en Friburgo, y con cortesía de otra época, inclina la cabeza tocándose el ala del sombrero y me saluda. Pudo ser una historia, pero no fue.
El azar tiene también sus reglas, y la primera es que no podemos manipularlo. Y a veces los desencuentros evitables me resultan más extraños que los encuentros casuales.

viernes, 26 de febrero de 2010

Paulita y los universales


Tomo un tren que va de Berna a Zurich directo, como quien dice, sin escalas. Lo que significa que, una vez que la gente haya subido en Berna, no es esperable mucho movimiento en el vagón… salvo el inspector, el vendedor de café y los que van /vamos al baño. Después, taza taza, cada carancho en su casa. Así que cuando me siento en un espacio con cuatro lugares vacíos sé, estoy segura, de que los cuatro lugares son para mí hasta el final del viaje. Tiro la mochila, tiro la campera, abro una parte de la mesa, distribuyo los libros, saco la lapicera y empiezo a hacer la tarea de alemán.
Diez minutos más tarde, una mujer, un hombre y una nena se paran y miran mi campamento. La mujer dice en español:
-Yo no sigo mas, Pedro, aquí hay tres asientos vacíos. Aquí me quedo.
Me doy cuenta de que mi experiencia como ermitaña duró apenas 10 minutos y me resigno a amontonar todo para dejarle los asientos libres a la familia española que –después me enteraré- termina sus vacaciones y va al aeropuerto para volver a Madrid.
- Mamá, por que nos cambiamos? Si estabamos mejor en el otro vagón.
- Eso lo sabemos todos, Paulita.
- Y entonces por qué nos cambiamos ?
- Porque era un vagón de primera clase y tenemos billetes de segunda.
Me río bajito, una porque entiendo lo que dicen y ellos piensan que gozan de toda la privacidad, como si hablaran sánscrito en vez de español; y otra porque alguna vez me pasó lo mismo: mostrar inocentemente mi billete al inspector y que me indique el camino del exilio a la segunda clase.
Paulita está bufando, pero cuando descubre que su mesa también se puede desplegar, se pone contenta, y entonces ve que la estoy mirando :
-NO tan mal, no ?
Y paulita se ríe y empieza a preguntar. Qué estás haciendo ? estudiando. Qué estudias ? alemán. Qué dice ahí ? tal cosa. Y ahí ? no tengo idea, por eso estudio alemán.
El padre mira el pasillo, la madre nos mira a nosotras, pero no interviene. Hasta que Paulita le pregunta: Mamá, qué idioma estudiaste? inglés.
Y Paulita otra vez : Yo voy a estudiar alemán.
(No nena, salvate vos que podés, vos que no tenés necesidad, vos que no tenés que vivir en Berna, para qué te vas a empernar, mirá que hay idiomas en el mundo, no jodas nena)
La madre empieza a hablar de idiomas y yo –feliz de NO poder hacer la tarea- comento :
-Es muy buena la política lingüística en España, no ?
-Una porquería- me responde.
-No, pero lo que quiero decir, es que la educación lingüística está bien pensada, digo por la enseñanza del vasco, del catalán y del gallego.
- Una estupidez. Si en vez de estudiar eso, estudiaran una lengua universal… sería mejor.
- !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!?????????
Es la primera vez que escucho la clasificación de « lengua universal » y de las otras. Qué es una lengua universal ? una lengua que habla mucha gente (muchos del « universo ») ?? . Me parece que para ella ni siquiera eso… se me hace que tampoco quiere que Paulita aprenda el hindú o el chino, aunque lo hable la mitad más uno. Pero es claro : el vasco, el catalán y el gallego son estupideces. Las lenguas de las minorías son estupideces. Ergo, la cultura de las minorías son estupideces. Ergo, las minorías son estupideces?
La claridad del concepto universal me deja tonta. Y me callo, al final, calladita me veo más bonita. Pero la nena me salva, porque empieza a hablar de lo que van a hacer mañana cuando ya estén en Madrid.
Y entonces los tres se entusiasman: Van a almorzar cordero (hay que avisarle a Juan que compre para nosotros también, le voy a mandar un mensaje); Van a ver el partido del Real Madrid (ah, porque esta semana empieza el campeonato); van a ir de rebajas (Mañana domingo está abierto el corte inglés. Paulita, vos querés algo? El tapado con capucha).
Cuando me bajo un rato más tarde en Zurich, después de saludarlos y desearles un buen viaje, me quedo pensando en Paulita, que hoy, todavía tiene curiosidad por enterarse de lo que no conoce, pero que mañana ya va a meter la cabeza en la capucha del tapado de las rebajas del corte inglés y va a crecer entendiendo que hay lenguas –culturas y personas- que son universales. Y otras, las que no tienen esa suerte, son una estupidez.
Quedamo' así.

jueves, 11 de febrero de 2010

Recapitulando la perfección

Hace dos años, Suiza me asfixió de perfección. Todo tan prolijito, tan pulcro, tan ordenado que dolía. En el país donde cortan el pasto de las montañas y donde una necesidad básica es una cafetera que haga café express, no es extraño que los trenes sean puntuales. De hecho, Suiza es famosa por su “perfecto sistema de trenes”. Odié la perfección asfixiante, la odié tanto que al año siguiente, otra vez en suiza, me traje un cacho de caos conmigo, me lo atraje (diría mi hermana), lo pediste –me dijeron varios-.
En treinta y siete años de vida suiza de Thomas, sólo una vez en la vida se le paró un tren (y fue por un problema de energía nacional). A mí, entre abril y mayo del 2008, se me bloquearon dos veces las líneas, se me retrasaron varios trenes y, de yapa, hasta se me rompió un colectivo. Grossso
La primera demora fue antes de una reunión con mi profe. Diez o 15 minutos de retraso de tren, que me complicaron la conexión de bus. Y la reunión empezó así:
-Retraso en el tren???? Pero eso es rarísimo, no pasa nunca. -
- pero me pasó!!
- bueno- y siguió con otra cosa, convencido de que yo era una mitómana irrecuperable.
La segunda vez fue más oficial. En Lausane el tren se paró. Nos hicieron bajar a todos. Por alto parlante dijeron que no había más tren porque se habían roto una vía. Ahí empecé a sospechar que el problema era yo. Igual, enterarme de que era yeta no fue tan grave. Lo más chocante fue saber que, si queríamos, podíamos pasar a buscar los certificados. Pero aunque lo busqué, y me emocioné de leer que “SBB certificaba que Fulanita llegaba tarde a su trabajo por problemas ocasionados en la línea”, nunca nadie me lo pidió: la interrupción del tren había salido en el diario y en la radio suiza.
Y cuando ya había sacado la bandera de rendición para arrastrarme y gritar que “viva la puntualidad y el sistema”, me dieron todavía para que tenga y para que guarde.
Mi tren venía de Saint Gallen, que es como decir desde Tulumba, un poco más a la izquierda (o al este). Tenía que cambiar en Zurich y listo, en una hora estaba en casa. Llegué perfecto, cambié perfecto. Tenía que salir en el minuto 32. Cuando 15 minutos después el tren no se movía, empecé a sospechar que había algo raro. Cuando subieron policías se me hacía que sí, no más, que algo pasaba. Cuando pasó un pibe corriendo como si lo llevara el diablo, ya casi no me quedaban dudas. Y cuando media hora más tarde nos dijeron que tomáramos la próxima correspondencia, porque ese tren no salía, se terminó de confirmar. Cuando llegué a Berna y conté alterada que algo, no sabía qué, había provocado el retraso, otra vez, los locales –esta vez mis vecinos- se permitieron el beneficio de la duda (claro, acá la perfección es verosímil pero un testimonio de tren demorado es ciencia ficción de alto voltaje). Pero una vez más, la prensa me apoyó. El diario del día siguiente lo aclaró todo: “un chico armado escapa de la prisión y se esconde en un tren Zurich- Berna. ”… creo que decía eso, pero a lo mejor era “Tren demorado. Un chico escapa de prisión…” (se entiende que cambia el foco, no? Y en Suiza es más noticia el segundo titular…)
Ahora que me amigué con el sistema de transportes, hemos llegado a un acuerdo. Los trenes que YO tomo se demoran, pero poquito, nunca más de tres minutos. Y todos felices.

viernes, 29 de enero de 2010

La vida de los otros

Hace unas dos o tres semanas, me subí en uno de los últimos vagones para trabajar tranquila y sin tanta gente hasta Ginebra. Tuve la mala suerte de que, pegados a mi asiento, se sentaron un brasileño y un argentino. Pero como dice mi mamá, « mala suerte, buena suerte».
El argentino hablaba en argentino y el brasileño en brasileño. Y se entendían bárbaro. Y yo también entendía.
Hablaban de cosas interesantes : mi mirada estaba en el libro y mis orejas con ellos. Hablaban del fin de semana, de lo que habian hecho, de gente que conocían. Nada especial, salvo por la manera. A veces escuchás a alguien y decís « es un boludo » y otras veces decís « quiero estar en esa charla ia." Bueno, esta era la segunda.
Se bajaron en Friburgo, supongo que para trabajar. No eran estudiantes. El comentario de la película que el argentino había visto me alcanzó para darme ganas de verla yo también. Cuando la vi, una semana más tarde, me encantó.
Pero el argentino debe haber sido en su juventud estudiante de letras o lector del amante, porque « sí, estaba bien, retrata bla y bla, desde la perspectiva tal y tal. Bien » Lo que en criollo significa que le encantó también pero decirlo así no es cool. O alguna vez se ha visto un crítico de cine que escriba « me encantó» ? jamás, la peli siempre es "angustiante, asfixiante, oscurantista, moderada, con un leve tono intimista…" con suerte te largan un "soberbia" (si es el suplemento cultural de un diario, no una revista de cine, más vale) y tiene lógica, para decir que te encantó, no vas a cobrar nada, chorro.
En fin. Ayer los encontré de nuevo.Misma hora, más o menos misma ubicación. Joder, ni que en Berna subieramos 4 gatos locos... no será el amontonamiento de un colectivo argentino, pero es un tren! El tren va hasta las manos, pero la mala-buena-suerte me los sentó de nuevo cerca. De más está decir que no trabajé nada hasta Fribourg.
Trabajan en una ong y parecía muy interesante lo que hacían. Cuando estaba por vencer mi timidez para preguntarles en qué ong estababan, empezaron la discusión de los problemas internos. Ahora se que Marie Claire ( ?) hace lo que le dice Christoph ( ?), responde a los mismos lineamientos, y por eso el argentino se calentó en la reunión, y XXXXX hace años que viene cobrando un sueldo demasiado elevado y que estaría bueno que ahora ella misma ofrezca bajarse el sueldo, porque no tienen recursos.
A esta altura yo estaba totalmente de acuerdo con ellos y bastante enojada con Marie Claire (????), que no se jugaba por nada y se reía como boluda en la reunión. En fin, no pude saber cómo terminó todo, porque se bajaron en Fribourg, apenas 20 minutos después de empezar a «contarme» la reunión. Pero antes me enteré que en Migros venden unas computadoras baratísimas, y que Marta (?????) compró esa para llevar a Colombia, porque si le roban la que tiene ahora, imaginate, se jode.
Maldita chismosa. Andar metiéndome en la vida de los otros.
Esta mañana los busqué. Pero aunque viajé al mismo horario y busqué otra vez el último vagón, tuve que conformarme con leer el diario hasta Fribourg.

La catarsis de Ana

Ana subió en Friburgo. Acomodó el carrito y a su hijo y se sentó, en frente, pero en diagonal. Pasillo de por medio, como para charlar fuerte pero no tanto como para que escuche todo el vagón. Ana le dijo a su nene, en español, que tenía que ir al baño y me pidió, en francés, que por favor le mirara el niño. Y yo le contesté « no hay problema » en español. Y como el baño estaba ocupado, cuando Ana descubrió que yo hablaba en castellano, empezó a charlar, como para hacer tiempo. Ana nunca más fue al baño en ese viaje.
No es que mi conversación sea encantadora, pero cuando uno quiere hablar hasta un palo puede ser una oreja solidaria. Y Ana me contó que había venido de Venezuela a los 21 años, enamorada de un marido suizo. Sin saber alemán ni francés, sin trabajo, sin amigos, sin naa de ná. Hoy Ana tiene 30 años, habla alemán y francés perfectamente, está por empezar su maestría como intérprete en Ginebra, también estudia chino, con su grupo de amigos organiza un festival internacional de guitarra y otro de folclore (yo le caí bien porque conocía un grupo argentino, de rosario, « nuestras raíces » -nombre originalísimo para un conjunto folclórico- que había venido al festival), ademas tiene un niño que es un bombón, y, desde hace un mes no tiene mas marido pero en cambio se compró un celular y abrió su propia cuenta corriente.
Desde navidad vive temporalmente en un hotel que le ayuda a pagar una asociación de acompañamiento de mujeres solas. Mientras escuchaba la fabulosa historia de Ana me preguntaba en que cabeza cabe que esta mujer, segura y enérgica- con su vestido corto y sus medias del supermercado coop (sé que son de coop porque me compré las mismas, en liquidacion) se haya bancado 8 años un marido con celos patológicos y agresor. En la mía no, pero hace rato que me di cuenta de que la mía es bien pequeña.
No teníamos mates, pero como si. En los 90 minutos entre Friburgo y Ginebra me contó su vida y de a ratos intercalé algo de la mía. Hablamos fuerte, como en típica reunión de amigas (latinas, claro). Hablamos de los fonemas del chino, de los hombres egoístas, de los casos del alemán, de los hombres que valen la pena, de los hijos y de las ganas de tener uno, de las ciudades que preferíamos, y de los amigos que faltaban, de la familia y del futuro laboral.
Al frente nuestro había un señor, a nuestro juicio oriental, que escuchaba nuestra vida como quien oye llover.
Con Ana nos pasamos los mails y los teléfonos. Cuando bajabamos del tren, le ofrecí ayuda con el carrito, mientras ella agarraba a su hijo. El senor « oriental » , en un perfecto argentino, nos dijo « SHO SHEVO LA VALIJA ». La valija al final no era de Ana, pero en el alboroto no nos dimos cuenta, y el buen argentino así como la bajó, la subió. Nos deseó buen dia y se fue, con media vida de cada una a dar vueltas por Ginebra.
Con Ana nos despedimos en la facultad, con un abrazo fuertísimo, de esos que te das después de una charla de mate que te deja más feliz y más entera.
Me escribió esta mañana para invitarme a la inauguración de su departamento. No puedo ir, pero quedamos en juntarnos a cenar en Berna.

La señora del cordón

La señora subió en Romont. Sesenta años de vida (aparentemente) correcta, pelito que supo ser claro y cachetes lustrosos y sonrosados se sentaron en el asiento de enfrente. Se sentaron es una manera de decir. La señora tenía un tapado que ataba con un cordoncito en la cintura. Se ve que lo habia atado bien, porque el cordoncito no se desataba. La señora primero probó de pie, como para sentarse cómoda, sin tapado. Despues probó sentada. Después me miró desesperada y yo le ofrecí mi solidaridad con la mirada. Yo intentaba trabajar en la computadora, pero la lucha contra el cordón era mas interesante. Se me ocurrió decir que hacía falta una tijera, y la mujer o no me entendió, o le tenía mucho cariño a su cordón, porque me sonrió con todos sus cachetes y siguio luchando. Y yo trabajando. En Palesieux, la ciudad siguiente, después de que bajó toda la gente, despues de que subió otra gente, después de que se sentaron los nuevos pasajeros, la buena señora lo logró, y cuando desató el cordón se le desató tambien la lengua. Y empezó a charlar y a contarme cosas, mientras yo intentaba trabajar. En serio, me daba mucha ternura. Me dijo que sabía una palabra en español : «signorina» (sic), y la usaba como palabra clave para llamar mi atencion y explicarme que «tengo que tomar el barquito para ir a francia», «que es muy lindo del otro lado pero esta lleno de turcos» (hay un miedo patolóogico a todo lo que evoque el olor lejano del islam; si le decia mi apellido, me tomaba por turca y me ahorcaba con el mismo cordoncito). Tambien me contó que en Francia le robaron todo y que estaba desesperada. No hacía falta aclarar que habían sido los turcos.
Inútil volver a trabajar. El signorina y un «aaaaah» que apoyaba sus frases como si fueran comas, me acompañaron hasta Ginebra. Cuando llegamos nos despedimos y nos deseamos un buen día…
Hace un mes la volvi a ver en el tren. Llevaba el mismo tapado acordonado, pero se sento un poco mas lejos. La verdad, me quedé con ganas de escuchar su « signorina ».

Gritos y conectores

El tren "intercity”, es un poco más rápido que el inter regio, porque para en menos ciudades. Además de ser más rápido, es más cheto y tiene dos pisos. Estoy sentada en el piso de arriba, tratando de explicarme por qué los nenes usan tantos conectores “y” en sus textos (algo que está tan pero tan estudiado que es un embole).
Y mientras cuento las “y” que aparecen, empiezo a escuchar la voz de una mujer que fuerte, en el piso de abajo, dice: “PARA”. Que alguien grite enojado no es muy común en un tren suizo, vamos, que no es común que grite un suizo… ni una suiza, para ser precisos, porque la que gritó era una mujer. Cuando unos minutos más tarde el grito se reitera yo ya me emociono. Los conectores “Y” me importan un pito, y la verdad es que me encantaría saber qué pasa allá abajo.

Los gritos aumentan: “PARA, no es forma de comportarse en un tren, PARA, PARAAAAA” Todo esto en francés con un “arrete” que alarga las ERRE muchísimo, tanto que hasta me gusta, aunque sea un grito.
Ahora una voz le contesta, no sé qué, porque mi francés no es muy bueno. Sé que es un hombre, pero no es una discusión de pareja. Parece más bien la pelea entre una mujer que ha perdido la paciencia con su padre anciano, o la de una mujer que intenta controlar a un hijo loco, o la de una mujer grande con su marido medio viejo, gagá… que ha comenzado por perder el sentido de la moralidad (resulta que eso es una enfermedad neurológica que puede venir con los años, se ha reportado el caso de viejitas que a los 70 empiezan a morir de calor amoroso, qué envidia).
ME imagino al marido viejito levantándole la pollera a su señora: PARA, PARA…
O al hijo loco tirándose al suelo: “PARA PARA”
O al padre anciano queriendo abrazar a un vecino del vagón: “PARA, PARA”.
Al final, no sé qué pasará allá abajo, a los conectores ya no los cuento, porque la mujer grita tanto y tan fuerte que la que tendría que parar es ella. Al final, parece que hay otra persona que tiene dificultad para contar conectores, porque escucho que en voz más baja algo le dicen, y la mujer de los gritos dice “Excuse Moi”… Dos minutos más tarde se anuncia la parada en Friburgo. La mujer ha cambiado su estribillo por otro que dice “ACÁ, ACÁ”, supongo que le señala donde bajarse al pobre hijo loco/marido gagá/padre anciano.
Deseo con todas mis fuerzas que no se bajen, para tener la posibilidad de cruzarlos más tarde en la parada de Berna… Pero no tengo suerte, y las restricciones suizas para meterse en la vida de los otros empiezan a influir mi conducta latina. Lástima. Por fin, el “para para” parece haber dado resultados.
Y yo me quedo en silencio, con mis conectores, sin poderle poner jamás cara a los hermosos “Arrete”.

Guardate tu destino

Cuántas posibilidades hay de re-encontrar a una persona que conociste en un tren, que no vive en tu ciudad, con la que has evitado cuidadosamente el contacto y con la que no te une más que un poco de miedo de volver a cruzarlo? No sé, pero me pasó.
Hace dos meses, después de una fiesta de bienvenida de becarios, llegué a la estación bastante más tarde de lo habitual. Poco antes de tomar el último IC, que es el más rápido, un chico bajito con cara de nerd, se me acercó y me preguntó primero en francés, después en inglés y después en alemán si acá se esperaba el tren que iba a Berna. Con el sistema de señalización suizo, con los altoparlantes anunciando hasta el color del tren, con los horarios y vías escritos en cada rincón, a un extranjero, por lo general, le cuesta poco ubicarse. Claro, tenemos la excusa del idioma y de que no sabemos dónde mirar, ponele. Pero de ahí a que dude un suizo?? No, dejate de joder. Es como que un argentino te pregunte: disculpe, el mate, ¿se toma con bombilla? Pero igualito no sospeché nada y como estaba eufórica de comunicación, me puse a charlar de lo más pancha y me pareció un regalo para que el viaje se hiciera más corto.
Una pizca más raro me pareció cuando, tan solícito, puso dos hojas de periódico en los asientos enfrentados y me ofreció que estirara las patas y las apoyara ahí. Un gesto demodé, como quien se saca el abrigo y lo pone arriba del charco para que pases por arriba (por lo demás, siempre me pareció una estupidez ese gesto, porque no hay nada más fácil que darle la vuelta a un charco…)
Cuestión que la conversación avanzaba y yo me daba cuenta de que estaba con un loco. Estaba atrapada en un vagón prácticamente sin pasajeros, con un tipo bajito, pero al que igual le daban las piernas para llegar al asiento del frente e impedirme así salir corriendo. Por primera vez, deseé con todas mis fuerzas que pasara el inspector (como sea, en ese momento quería que apareciera alguien aunque sea para controlar mi pasaje). Feo te digo, y yo –que no sabía para dónde podía salir el tipo- piloteándola hablando de Maradona y de Bariloche, porque el tipo “adoraba Argentina y las argentinas”, y la conversación fue pasando de aburrida a pesadilla, cuando insistía en lo bueno que sería que nos casáramos, así yo tenía la doble nacionalidad y me quedaba para siempre a vivir en su casa, para disfrutar de su cocina –“porque soy muy buen cocinero”- . Convengamos que el tipo era rápido porque el “ingeniero nivel 2” (no sé lo qué es ni pienso preguntárselo) se tenía que bajar en Friburgo, y tenía sólo 1h.20 para todo el rollo. La amable explicación de que yo tenía novio no lo desanimó ni un poquito, pero algo parece que entendió: “con razón no se quiere bajar conmigo en Friburgo” (¡!!!!!). Y cuando quise cambiar de asiento, nada más me detuvo explicándome su teoría de que nos había unido el destino y de que él se había dado cuenta apenas me vio (lo que explica porqué preguntó si era el tren a berna, teniendo el cartel arriba de las narices).
Al final me dio dos veces su e-mail (primero lo escribió de un lado del papel y después lo re-escribió atrás) para estar seguro de tener un contacto y bajó con aire abatido en Friburgo. Veinte minutos más tarde, en Berna, yo hacía catarsis con el Thomas.
Ahora, cuántas posibilidades hay de re-encontrar a una persona que conociste en un tren, que no vive en tu ciudad, con la que has evitado cuidadosamente el contacto y con la que no te une más que un poco de miedo de volver a cruzarlo? No sé, pero el lunes estuve 20 minutos en Friburgo para buscar las plantillas que me mandó mi mamá con una conocida. 20 minutos: diez para ir al lugar, diez para volver a la estación. En el último minuto, a 20 metros de la estación, un chico bajito, con cara de nerd, se paró en seco y se quedó mirándome con cara de feliz cumpleaños.
- “Vous êtes argentine, n’est-ce pas? Nous nous avons connu dans le train entre Genève et Berne »
- « Ah, oui, bon soir”
Respondí- y caminé todo lo rápido que pude a la estación escapándome de la voz que gritaba “Verónica, n’est pas?” y tratando, desesperadamente, de repetirme que nunca había creído en el destino y que no iba a empezar, justo ahora, a creer en un destino que no me entusiasmaba para nada.

Voilá la vie dans le train

Les escribo, cómo no, desde el tren. Supongo que les mandaré esto cuando llegue a casa, porque por ahora eso me falta: el internet en el tren.
Lo de las historias trensísticas no acaba, me parece que sólo hay que estar receptiva, o clavada en el tren como es mi caso. Estoy reventada del cerebro porque fue un día pesadillezco. Me he subido al tren en Ginebra a las 18. Hs, para volver a Berna. Tengo 1.50 de viaje porque es el tren regional. Como es la hora pico va hasta las manos y todo el mundo tiene aspecto de reventado. Salvo los teens, que no sé de dónde sacan energía. En Lausanne hay recambio de gente, bajan muchos, suben muchos. Casi no hay espacio y en el asiento al lado mío, pero separado por el pasillito, se ubica una señora con aspecto de profesora soltera de literatura alemana antigua, corte carré, gris porque las canas dan dignidad, bastante alta, demasiado delgada, bastante chata para no caer en la tentación, supongo. Esta señora tiene una pollera negra larga, bastante debajo de las rodillas, y unos can-can negros y unos zapatos. Se sienta, y así como lo leen, se sube la pollera hasta la altura de la bombacha, y empieza a tirar el cancan negro para sacárselo. Ya es bastante bizarro que una persona se suba la pollera en el tren, pero vamos, que si lo hace la profe de literatura alemana antigua, me cago en la leche, es como para quedarse mirando. Pero nadie mira. Salvo una chica que está en frente de mi asiento y que ha cambiado la sonrisa cortés para preguntarme “C’est libre?” por una cara de horror muy fresca. Es claro que no es suiza. Es de algún país asiático, sabrá Dios cuál. Puedo descartar China y Japón, también Corea por las fotos de la Lau, Vietnam porque tengo una amiga vietnamita que se ofendió bastante cuando confundí Taiwán con Vietnam (pero no cierto que suenan casi idénticos?). Así que la única persona que se escandaliza aparte de mí misma resulta ser alguna otra extranjera de procedencia desconocida. Voilá la vie dans le train, una sucesión de experiencias.

Desde las 7 de la mañana

El otro día le conté a la guada la historia del tapado verde, una historia chiquitita que empezó en el tren y terminó en la facultad.
Pero me di cuenta que lo de las historias mínimas pasa todo el tiempo... en el tren!
Paso muchas pero muchas horas yendo y viniendo de ginebra. Un día es el tapado verde, otro día un nerd me propone casamiento, otro día me encuentro una pareja que parece una pareja de misioneros alemanes y resultan ser... una pareja de misioneros alemanes!
y hoy, como perdí el tren, tuve que esperar media hora en la estación y una chica me preguntó si hablaba español, porque ella hablaba... portugués (no hubiera sido mejor preguntarme si hablaba portugués? igual no importa) porque ella era brasileña y me quería hacer una pregunta. Inmediatamente después me contó que venía viajando desde las 7 de la mañana, desde un pueblito de Francia y se iba hasta Milán, porque quería escaparse de la casa de un amigo que la alojaba, amigo que después enloqueció y le dijo que estaba enamorado de ella y que si ella se iba, él se mataba.
Entonces se asustó, armó su valija a escondidas, y cuando él se fue al trabajo a las 7 de la mañana, ella tomó un taxi y se fue a la estación. (Me pregunto si el chico seguirá vivo a esta hora, ya son las 22.15).
Todo eso me lo contó como máximo en 5 minutos. No sé qué fue de su huída, porque justo llegó mi tren, pero me parece que los trenes y sus estaciones me entretienen bastante.

El Tapado Verde

Hola Guada! Cómo estás? Anoche, con el Thomas fuimos a ver "new york i love you", la viste? está buena. Y salí de ahí pensando en las pequeñas historias que se te cruzan cada día en una ciudad, mínimas, ínfimas si se quiere, pero que hacen que valga la pena caminar una calle.

El viernes, cuando me bajaba del tren en Ginebra, mientras atravesaba el amontonamiento de gente para ganar la salida, vi, adelante mío, una mujer con un tapado verde un poco feo. Vi más el tapado que la mujer... y después seguí, tan pancha. Tomé el bus para la universidad, diez minutos de pensar en nada y cuando me bajaba, en la misma parada, adelante, el tapado verde!! Fue un segundo, un dejavu y pasé a comprarme un café para sobrevivir a la reunión del equipo. Y después subí, tan feliz (no te parece desproporcionado a veces que un café con leche pueda darte felicidad?). Entré a la reunión donde conocía a casi nadie y me senté al lado de una chica muy amable, que se llamaba Francine y que leía el documento de discusión en su notebook. Piolaza la Francine. Y cuando tres horas más tarde cortamos la reunión para ir a almorzar al restaurante portugués, Francine se levantó y sacó del perchero de la esquina... su tapado verde!!! No te parece que a veces alguien se divierte con nosotros como si todo fuera una gran matrix? Puede ser Dios, lo que lo convierte en un tipo con un bonito sentido del humor.

Te pasó algo así esta semana?

besos

vero

Bienvenidos al tren

Desde hace unos meses tomo el tren de Berna a Ginebra, y de Ginebra a Berna, varias veces por semana. El viaje dura 1.40 con el tren más rápido. Y 1.50 el regional. (Matate la diferencia) Paso muchas horas arriba del tren. Y en el tren pasan cosas. Para compartirlas, empecé a escribir mails a mi familia o a mis amigos con esas historias. y ahora las escribo acá. Increible todo lo que puede pasar en un vagón. Bienvenidos al tren!