viernes, 26 de febrero de 2010

Paulita y los universales


Tomo un tren que va de Berna a Zurich directo, como quien dice, sin escalas. Lo que significa que, una vez que la gente haya subido en Berna, no es esperable mucho movimiento en el vagón… salvo el inspector, el vendedor de café y los que van /vamos al baño. Después, taza taza, cada carancho en su casa. Así que cuando me siento en un espacio con cuatro lugares vacíos sé, estoy segura, de que los cuatro lugares son para mí hasta el final del viaje. Tiro la mochila, tiro la campera, abro una parte de la mesa, distribuyo los libros, saco la lapicera y empiezo a hacer la tarea de alemán.
Diez minutos más tarde, una mujer, un hombre y una nena se paran y miran mi campamento. La mujer dice en español:
-Yo no sigo mas, Pedro, aquí hay tres asientos vacíos. Aquí me quedo.
Me doy cuenta de que mi experiencia como ermitaña duró apenas 10 minutos y me resigno a amontonar todo para dejarle los asientos libres a la familia española que –después me enteraré- termina sus vacaciones y va al aeropuerto para volver a Madrid.
- Mamá, por que nos cambiamos? Si estabamos mejor en el otro vagón.
- Eso lo sabemos todos, Paulita.
- Y entonces por qué nos cambiamos ?
- Porque era un vagón de primera clase y tenemos billetes de segunda.
Me río bajito, una porque entiendo lo que dicen y ellos piensan que gozan de toda la privacidad, como si hablaran sánscrito en vez de español; y otra porque alguna vez me pasó lo mismo: mostrar inocentemente mi billete al inspector y que me indique el camino del exilio a la segunda clase.
Paulita está bufando, pero cuando descubre que su mesa también se puede desplegar, se pone contenta, y entonces ve que la estoy mirando :
-NO tan mal, no ?
Y paulita se ríe y empieza a preguntar. Qué estás haciendo ? estudiando. Qué estudias ? alemán. Qué dice ahí ? tal cosa. Y ahí ? no tengo idea, por eso estudio alemán.
El padre mira el pasillo, la madre nos mira a nosotras, pero no interviene. Hasta que Paulita le pregunta: Mamá, qué idioma estudiaste? inglés.
Y Paulita otra vez : Yo voy a estudiar alemán.
(No nena, salvate vos que podés, vos que no tenés necesidad, vos que no tenés que vivir en Berna, para qué te vas a empernar, mirá que hay idiomas en el mundo, no jodas nena)
La madre empieza a hablar de idiomas y yo –feliz de NO poder hacer la tarea- comento :
-Es muy buena la política lingüística en España, no ?
-Una porquería- me responde.
-No, pero lo que quiero decir, es que la educación lingüística está bien pensada, digo por la enseñanza del vasco, del catalán y del gallego.
- Una estupidez. Si en vez de estudiar eso, estudiaran una lengua universal… sería mejor.
- !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!?????????
Es la primera vez que escucho la clasificación de « lengua universal » y de las otras. Qué es una lengua universal ? una lengua que habla mucha gente (muchos del « universo ») ?? . Me parece que para ella ni siquiera eso… se me hace que tampoco quiere que Paulita aprenda el hindú o el chino, aunque lo hable la mitad más uno. Pero es claro : el vasco, el catalán y el gallego son estupideces. Las lenguas de las minorías son estupideces. Ergo, la cultura de las minorías son estupideces. Ergo, las minorías son estupideces?
La claridad del concepto universal me deja tonta. Y me callo, al final, calladita me veo más bonita. Pero la nena me salva, porque empieza a hablar de lo que van a hacer mañana cuando ya estén en Madrid.
Y entonces los tres se entusiasman: Van a almorzar cordero (hay que avisarle a Juan que compre para nosotros también, le voy a mandar un mensaje); Van a ver el partido del Real Madrid (ah, porque esta semana empieza el campeonato); van a ir de rebajas (Mañana domingo está abierto el corte inglés. Paulita, vos querés algo? El tapado con capucha).
Cuando me bajo un rato más tarde en Zurich, después de saludarlos y desearles un buen viaje, me quedo pensando en Paulita, que hoy, todavía tiene curiosidad por enterarse de lo que no conoce, pero que mañana ya va a meter la cabeza en la capucha del tapado de las rebajas del corte inglés y va a crecer entendiendo que hay lenguas –culturas y personas- que son universales. Y otras, las que no tienen esa suerte, son una estupidez.
Quedamo' así.

jueves, 11 de febrero de 2010

Recapitulando la perfección

Hace dos años, Suiza me asfixió de perfección. Todo tan prolijito, tan pulcro, tan ordenado que dolía. En el país donde cortan el pasto de las montañas y donde una necesidad básica es una cafetera que haga café express, no es extraño que los trenes sean puntuales. De hecho, Suiza es famosa por su “perfecto sistema de trenes”. Odié la perfección asfixiante, la odié tanto que al año siguiente, otra vez en suiza, me traje un cacho de caos conmigo, me lo atraje (diría mi hermana), lo pediste –me dijeron varios-.
En treinta y siete años de vida suiza de Thomas, sólo una vez en la vida se le paró un tren (y fue por un problema de energía nacional). A mí, entre abril y mayo del 2008, se me bloquearon dos veces las líneas, se me retrasaron varios trenes y, de yapa, hasta se me rompió un colectivo. Grossso
La primera demora fue antes de una reunión con mi profe. Diez o 15 minutos de retraso de tren, que me complicaron la conexión de bus. Y la reunión empezó así:
-Retraso en el tren???? Pero eso es rarísimo, no pasa nunca. -
- pero me pasó!!
- bueno- y siguió con otra cosa, convencido de que yo era una mitómana irrecuperable.
La segunda vez fue más oficial. En Lausane el tren se paró. Nos hicieron bajar a todos. Por alto parlante dijeron que no había más tren porque se habían roto una vía. Ahí empecé a sospechar que el problema era yo. Igual, enterarme de que era yeta no fue tan grave. Lo más chocante fue saber que, si queríamos, podíamos pasar a buscar los certificados. Pero aunque lo busqué, y me emocioné de leer que “SBB certificaba que Fulanita llegaba tarde a su trabajo por problemas ocasionados en la línea”, nunca nadie me lo pidió: la interrupción del tren había salido en el diario y en la radio suiza.
Y cuando ya había sacado la bandera de rendición para arrastrarme y gritar que “viva la puntualidad y el sistema”, me dieron todavía para que tenga y para que guarde.
Mi tren venía de Saint Gallen, que es como decir desde Tulumba, un poco más a la izquierda (o al este). Tenía que cambiar en Zurich y listo, en una hora estaba en casa. Llegué perfecto, cambié perfecto. Tenía que salir en el minuto 32. Cuando 15 minutos después el tren no se movía, empecé a sospechar que había algo raro. Cuando subieron policías se me hacía que sí, no más, que algo pasaba. Cuando pasó un pibe corriendo como si lo llevara el diablo, ya casi no me quedaban dudas. Y cuando media hora más tarde nos dijeron que tomáramos la próxima correspondencia, porque ese tren no salía, se terminó de confirmar. Cuando llegué a Berna y conté alterada que algo, no sabía qué, había provocado el retraso, otra vez, los locales –esta vez mis vecinos- se permitieron el beneficio de la duda (claro, acá la perfección es verosímil pero un testimonio de tren demorado es ciencia ficción de alto voltaje). Pero una vez más, la prensa me apoyó. El diario del día siguiente lo aclaró todo: “un chico armado escapa de la prisión y se esconde en un tren Zurich- Berna. ”… creo que decía eso, pero a lo mejor era “Tren demorado. Un chico escapa de prisión…” (se entiende que cambia el foco, no? Y en Suiza es más noticia el segundo titular…)
Ahora que me amigué con el sistema de transportes, hemos llegado a un acuerdo. Los trenes que YO tomo se demoran, pero poquito, nunca más de tres minutos. Y todos felices.