domingo, 12 de agosto de 2012

Boquitas pintadas

Iba tranquila en el tren, cuatro asientos para mí y para mi panza de 7 meses. Pero las cosas buenas no suelen durar mucho. En Lausanne subieron 3 chicas. Parecían modelos. Altas, divinísimas, una con un pantalón blanco adherido. Y si, cuando una es un zeppelin con 7 meses de embarazo, estas chicas dan envidia. Por lo que escuchaba de refilón, deduje que eran promotoras en el salón del Auto de Ginebra... pero quizás más que deducción fue prejuicio y las pibas eran compradoras de autos... andá a saber... tan difícil separar imagen de realidad a veces. Subieron con sus cafés, sus croissants, su buenísima onda, insoportable un sábado a las 7:15 de la mañana (sobre todo si te levantaste a las 5:30hs). Pero para terminar de provocar mi mezcla de fascinación irritada con intolerancia, después de terminar el café sacaron los estuches de maquillaje. Cada una un cartucherón gigante. Muchas cosas, de todos los colores, de marcas topísimas, con olores ricos... Para alguien cuya experiencia en maquillaje se remonta -y se limita- a las pinturitas TAMI de la infancia, que me regalaban para el cumpleaños de 6 o 7 años... esto era un espectáculo impresionante! Ok, no hace falta mucho para impresionar a alguien que sólo se pinta para los casamientos... Pero era realmente impresionante la cantidad de sombras, sombritas, rimmel o como se diga, bases y no se qué mas que las tres bellas compartían sin restricciones, tan solidarias, parecía una mini sociedad comunista.
De repente, la tragedia. Yo la vi primero pero no sabía cómo decirles. Hasta que mi cara y mi dedo índice las avivó. Una mancha de base en el pantalón blanco. Una explosión en la casa de Al Assad no hubiera provocado tanta agitación. Se desato una lluvia de exclamaciones, de angustia, de grititos. Pero una de ellas reaccionó rapidísimo. Se diría que además de promotora era cirujana. Con precisión, peló su uña esmaltada de 5 cm. Y, como si fuera una espátula, la usó para remover el exceso de pintura del pantalón. Lo demás lo hicieron las toallitas húmedas. Pero base de maquillaje sobre pantalón blanco es algo más duradero que promesa de político. Y ahí seguía la mancha de rolanda. Bajé en ginebra, las saludé y les desee buen día… aunque parecía que nada podía mejorar el día de la dueña del pantalón blanco. Tan triste estaba la pobre. En la farmacia de la estación compré ibuprofeno y…un lápiz de labios. De repente mi mantaca de cacao me parecía tan poca cosa! Y allá fui, tan feliz. Seguía siendo un zeppelín, pero con la boquita pintada.