miércoles, 7 de noviembre de 2012

El tren de Babel



Nunca hablé de mi relación amor-odio con el suizo alemán.

El alemán estándar es una "cosa" que los suizos aprenden en la escuela.
Pero en la calle, hablan su lengua: el suizo alemán. Ellos no lo cuentan como idioma... Para ellos, es un dialecto y punto.  Pero en realidad, la diferencia que tiene con el alemán estándar es similar a la que existe entre el español hablado en Córdoba (en barrio Las violetas, ponele) y el portugués de Lisboa (ponele, bis). O sea mucha.
Por un lado, me fascina esta diversidad lingüística. Por el otro, la odio, porque me frena el proceso de integración. No solo tengo que hablar y escribir francés y alemán para trabajar, ir al médico, ir al cine y etc., sino que además, para no quedarme pagando en TODAS las conversaciones casuales, tengo que aprender esta lengua no lengua pero tan lengua como cualquier lengua. Y aunque con el alemán me defiendo, a esta otra no la entiendo. NADA. Y para muestra, basta un botón.
Estamos en el tren, el bebé, mi libro y yo.
Intento leer la novela porque me tomé el tren largo por equivocación, y en vez de 20 minutos, tengo un viaje de 40' hasta Biel. Mi bebé se entretiene mirando por la ventana... qué bien.
Una nena de unos 3 años se nos acerca. Me empieza hablar y hablarle al bebé. Una ternura. La pena es que -según yo- habla en suizo alemán... y por eso no le entiendo ni papa.
Como los nenes chiquitos todavía no van a la escuela, no hablan alemán. Asi que no me voy a descerebrar para entablar un diálogo que la nena no va a entender.
Como la nena termina todas sus frases con un „aha?“ yo le digo también: „aha“ y le sonrío. Con eso basta. Igual, ella está interesada en mi bebé. Y en mi libro. Y a los dos los trata igual: con euforia y brutalidad. Pobre bebé! Al principio sonríe por las caricias- aplastamientos de la nena. Después pone cara de molesto.
El libro no puede poner caras... pero me lo da vuelta. Y yo me pregunto qué le atrae en un libro de 200 paginas con dibujos en blanco y nego que reproducen grabados del siglo XVI. En principio, diría que nada. Pero a ella le fascina. Igual que el bebé.
Me acuerdo -bingo!- de una palabra en suizo alemán: "suavecito!", le digo.
Mismo efecto si le hubiera dicho "dale con ganas". Rescato el libro y lo pongo en la mochila. Pero no puedo guardar al bebé. Estaría ligeramente incómodo.
Me empiezo a desesperar, lamentando en el alma no saber suizo aleman.
Entonces viene la madre. Con un velo en la cabeza. Y le habla... en árabe
Fin del misterio.  Conmigo y con el bebé, la nena había hablado en árabe... igualito al suizo alemán.

A punto de bajarse, la nena señala a MI bebé y dice algo. La madre se ríe. Le pregunto qué dijo, y la mujer me contesta -en francés, para terminar de volverme loca-:
"Dice que el bebé es de ella. Que se lo quiere llevar.“

Lo que me faltaba. Igual creo que si me quería sacar al chico, probablemente hubiera apelado al universal "te agarro de las mechas". Ahi  seguro que algo entendía. Aha?



domingo, 9 de septiembre de 2012

Transcripción del email para una amiga

Hola Sev,

 Gracias por tu email. La pasé tan bien ayer que me olvidé de la principal razón de la visita, ja! Bueno, otra vez será.
 Me preguntás cómo volvimos ayer a casa... y bue. Fue interesante. ES interesante siempre viajar con un carrito de bebé, con bebé, en el tren. Sobre todo si el carrito es inmanejable y la madre inútil, como es el caso.
En fin, vos me dijiste que tenía que cambiar de tren en Langenthal. Pero yo no sabía que había un "Langenthal Sud". Me bajé ahí, o sea mal, para volver a subirme inmediatamente gracias a la ayuda de una familia turca que gritaba: "SI SI, AQUI LANGENTHAL", "NO, NO; PARA BERNA DESPUES" (nb: obviamente esto no se decía en español).
Así que bajar y subir inmediatamente con el carrito. Una coreografía.

 Para hacerla corta: Finalmente me bajé en el verdadero "Langenthal" algunos minutos después.
Y volví a encontrar a la familia turca- madre, padre, hijo mayor, hija pequeñita, muuuuuchas valijas- en el ascensor. (nb2: Y si, para cambiar de vía, con un carrito de bebé, hay que tomar el ascensor. Practiquísimo)
 El padre de la familia me apuntó con el dedo (yo no tenía a dónde escapar, estaba en el ascensor) y me dijo:
 « WO WOHNST DU »… (literalmente, dónde vives)
« in bern… »
"NEIN NEIN WO WOHNST DU ! » (literalmente: no! no!, dónde vives!! -que es lo que yo acababa de responder).
 (nb3, las mayúsculas intentan reproducir la intensidad de la plática... bah, el tipo me gritaba).

Finalmente, ante mi cara de perplejidad, el padre renunció con un gesto de "es idiota, no vale la pena". Cuando salí del ascensor, en el camino a la vía para cambiar de tren, el hijo más grande me habló en turco.

Y pese a mi nariz, que puede sugerir lo contrario, de turco no entiendo nada. Así que cuando vio mi cara, el chico volvió a la carga en alemán:
 « Sie sind Türkin, oder ? » (usted es turca, no es cierto?)
 « Nein nein, Argentinierin »

O sea que lo que había querido saber el padre era de dónde era yo originariamente. Debo haberle recordado a su prima o qué.

Al fin en la vía, el inspector me ayudó a subir al tren con el carrito (y el bebé). Justo subí en el mismo vagón con ... la familia turca. Bueno, yo había pensado amamantar al Tobías porque ya se estaba poniendo nervioso con tantas subidas y bajadas. Pero cambién de idea bastante rápido cuando EL padre me preguntó si se podía sentar justo al frente y empezó el interrogatorio... en turco.
Como lamentablemente yo no podía responder, EL padre cambió de estrategia, y con una sonrisa toda seductora, me preguntó:
 « Also, sie sind Turkin, oder ?» (a ver, usted turca, no?)
"NEIN NEIN, ARGENTINIERIN"
Finalmente, pareció comprender:
„AHhhhhhh, Portugisisch?“
"Nein, Spanisch"
 « Ah, cómo estás »

Yo estaba... totalmente cansada de tener que probar mi identidad así que solamente sonreí. Tobías se durmió y yo me puse a leer como para evitar la pregunta siguiente que probablemente sería sobre maradona. Finalmente, en Berna, un viejito muy amable se ofreció a ayudarme a bajar el cochecito del tren. El pobre hombre casi perece en la aventura, pero el carrito llegó finalmente bien a Berna. Con el bebé adentro y respirando, que no es poco!
 En fin, que la próxima, nos tomamos un café en berna, sí?
 Un abrazo y buena semana,
 vero

 nb4: la de la foto no soy yo. Como si tuviera tiempo para andar haciéndome fotitos con el despelote que es subir un carro.

domingo, 12 de agosto de 2012

Boquitas pintadas

Iba tranquila en el tren, cuatro asientos para mí y para mi panza de 7 meses. Pero las cosas buenas no suelen durar mucho. En Lausanne subieron 3 chicas. Parecían modelos. Altas, divinísimas, una con un pantalón blanco adherido. Y si, cuando una es un zeppelin con 7 meses de embarazo, estas chicas dan envidia. Por lo que escuchaba de refilón, deduje que eran promotoras en el salón del Auto de Ginebra... pero quizás más que deducción fue prejuicio y las pibas eran compradoras de autos... andá a saber... tan difícil separar imagen de realidad a veces. Subieron con sus cafés, sus croissants, su buenísima onda, insoportable un sábado a las 7:15 de la mañana (sobre todo si te levantaste a las 5:30hs). Pero para terminar de provocar mi mezcla de fascinación irritada con intolerancia, después de terminar el café sacaron los estuches de maquillaje. Cada una un cartucherón gigante. Muchas cosas, de todos los colores, de marcas topísimas, con olores ricos... Para alguien cuya experiencia en maquillaje se remonta -y se limita- a las pinturitas TAMI de la infancia, que me regalaban para el cumpleaños de 6 o 7 años... esto era un espectáculo impresionante! Ok, no hace falta mucho para impresionar a alguien que sólo se pinta para los casamientos... Pero era realmente impresionante la cantidad de sombras, sombritas, rimmel o como se diga, bases y no se qué mas que las tres bellas compartían sin restricciones, tan solidarias, parecía una mini sociedad comunista.
De repente, la tragedia. Yo la vi primero pero no sabía cómo decirles. Hasta que mi cara y mi dedo índice las avivó. Una mancha de base en el pantalón blanco. Una explosión en la casa de Al Assad no hubiera provocado tanta agitación. Se desato una lluvia de exclamaciones, de angustia, de grititos. Pero una de ellas reaccionó rapidísimo. Se diría que además de promotora era cirujana. Con precisión, peló su uña esmaltada de 5 cm. Y, como si fuera una espátula, la usó para remover el exceso de pintura del pantalón. Lo demás lo hicieron las toallitas húmedas. Pero base de maquillaje sobre pantalón blanco es algo más duradero que promesa de político. Y ahí seguía la mancha de rolanda. Bajé en ginebra, las saludé y les desee buen día… aunque parecía que nada podía mejorar el día de la dueña del pantalón blanco. Tan triste estaba la pobre. En la farmacia de la estación compré ibuprofeno y…un lápiz de labios. De repente mi mantaca de cacao me parecía tan poca cosa! Y allá fui, tan feliz. Seguía siendo un zeppelín, pero con la boquita pintada.