lunes, 30 de mayo de 2011

La señora del bolsito

La señora argentina, que había venido a Suiza de vacaciones para visitar a su hija, llegó a la plataforma 5 minutos antes de la partida del tren.
„Tenemos tiempo, mami“ - le aseguro una hija con una intensa experiencia trensística.- „vamos a los vagones de más atrás, que siempre están más vacíos“.

Era un domingo día de la madre y además, cosa rara en Suiza, uno de esos días con sol y calor que no son digamos „ frecuentes“. El tren estaba más lleno que nunca. Gente con ramitos de flores, con plantas, señoras con sombrero de paja, niños, adolescentes, ancianos, perros (que ya sabemos que acá pagan boleto), mucha, mucha pero mucha gente, en todos los asientos, en todos los pasillos, en las escaleritas. Lleno lo que se dice lleno como un bus urbano en argentina a las 7.30 de la mañana (y más tarde también).

La señora argentina, con su bolsito bien agarrado (porque uno a la precaucion la termina haciendo carne, y no importa si estás en Suiza o en Villa Nueve de Julio, mejor prevenir) la señora argentina, digo, y su hija comenzaron a buscar asiento.
A la señora argentina le dolían los pies y le pesaba el bolso. No daba para dejar a una señora argentina parada durante una hora de viaje. Y además, si sostenía el bolsito con las dos manos, no le quedaba ninguna libre para sostenerse ella misma.
La hija se preocupó hasta que, finalmente, encontro un asiento libre: Una chica vestida de negro, con las uñas pintadas de negro, el pelo teñido de negro y los ojos delineados con negros veía, junto con su novio militar, una pelicula aparentemente de horror en una computadora -con el volumen altisimo- y tomaba un vino que ya empezaba a hacerle efecto. Ellos 2 ocupaban el espacio de cuatro, pero no se preocupaban de que hubiera gente parada y en el suelo.

La hija de la señora argentina les pidió que desocuparan un lugar para la señora, que no soltaba el bolsito y comenzaba a poner cara de terror (como si ella también estuviera viendo la película, pero no).

La chica vestida de negro riguroso preguntó a los gritos si no había otro lugar.
La hija de la señora le respondió en un pésimo alemán que no (cuánto alemán necesitás para decir que NO?)

La chica de negro le hizo un lugar de mala gana y la señora argentina y aterrorizada se resignó a sentarse. Y, dirán que será instinto revanchista, pero sin darse cuenta, casi les tira el vino.
El resto del viaje transcurrió con la señora amurallada a su asiento, mientras la chica de negro -borracha- la pateaba descuidadamente cada vez que algo la emocionaba en la pelicula de terror (la habrá protagonizado su hermana?).

La señora argentina sólo soltó el bolsito para buscar el pasaje, que agarró tambien con las dos manos, fuerte, fuerte, como si fuera una estampita. Después de que pasó el inspector, volvió a concentrarse en evitar las patadas.

Cuando una hora mas tarde, el tren se detuvo en Berna, la señora argentina y su hija se sumaron a la masa de gente amontonada que quería salir.
Ya al aire libre, la señora, sin soltar el bolsito, liberó su angustia:

„y a esto le dicen primer mundo? Esto es peor que en Córdoba!“

Y bue... quién dijo que esto era perfecto...

2 comentarios:

  1. El primer mundo es algo tan relativo como cualquier cosa en la vida. Muy divertido relato. Saludos.

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