viernes, 29 de enero de 2010

Guardate tu destino

Cuántas posibilidades hay de re-encontrar a una persona que conociste en un tren, que no vive en tu ciudad, con la que has evitado cuidadosamente el contacto y con la que no te une más que un poco de miedo de volver a cruzarlo? No sé, pero me pasó.
Hace dos meses, después de una fiesta de bienvenida de becarios, llegué a la estación bastante más tarde de lo habitual. Poco antes de tomar el último IC, que es el más rápido, un chico bajito con cara de nerd, se me acercó y me preguntó primero en francés, después en inglés y después en alemán si acá se esperaba el tren que iba a Berna. Con el sistema de señalización suizo, con los altoparlantes anunciando hasta el color del tren, con los horarios y vías escritos en cada rincón, a un extranjero, por lo general, le cuesta poco ubicarse. Claro, tenemos la excusa del idioma y de que no sabemos dónde mirar, ponele. Pero de ahí a que dude un suizo?? No, dejate de joder. Es como que un argentino te pregunte: disculpe, el mate, ¿se toma con bombilla? Pero igualito no sospeché nada y como estaba eufórica de comunicación, me puse a charlar de lo más pancha y me pareció un regalo para que el viaje se hiciera más corto.
Una pizca más raro me pareció cuando, tan solícito, puso dos hojas de periódico en los asientos enfrentados y me ofreció que estirara las patas y las apoyara ahí. Un gesto demodé, como quien se saca el abrigo y lo pone arriba del charco para que pases por arriba (por lo demás, siempre me pareció una estupidez ese gesto, porque no hay nada más fácil que darle la vuelta a un charco…)
Cuestión que la conversación avanzaba y yo me daba cuenta de que estaba con un loco. Estaba atrapada en un vagón prácticamente sin pasajeros, con un tipo bajito, pero al que igual le daban las piernas para llegar al asiento del frente e impedirme así salir corriendo. Por primera vez, deseé con todas mis fuerzas que pasara el inspector (como sea, en ese momento quería que apareciera alguien aunque sea para controlar mi pasaje). Feo te digo, y yo –que no sabía para dónde podía salir el tipo- piloteándola hablando de Maradona y de Bariloche, porque el tipo “adoraba Argentina y las argentinas”, y la conversación fue pasando de aburrida a pesadilla, cuando insistía en lo bueno que sería que nos casáramos, así yo tenía la doble nacionalidad y me quedaba para siempre a vivir en su casa, para disfrutar de su cocina –“porque soy muy buen cocinero”- . Convengamos que el tipo era rápido porque el “ingeniero nivel 2” (no sé lo qué es ni pienso preguntárselo) se tenía que bajar en Friburgo, y tenía sólo 1h.20 para todo el rollo. La amable explicación de que yo tenía novio no lo desanimó ni un poquito, pero algo parece que entendió: “con razón no se quiere bajar conmigo en Friburgo” (¡!!!!!). Y cuando quise cambiar de asiento, nada más me detuvo explicándome su teoría de que nos había unido el destino y de que él se había dado cuenta apenas me vio (lo que explica porqué preguntó si era el tren a berna, teniendo el cartel arriba de las narices).
Al final me dio dos veces su e-mail (primero lo escribió de un lado del papel y después lo re-escribió atrás) para estar seguro de tener un contacto y bajó con aire abatido en Friburgo. Veinte minutos más tarde, en Berna, yo hacía catarsis con el Thomas.
Ahora, cuántas posibilidades hay de re-encontrar a una persona que conociste en un tren, que no vive en tu ciudad, con la que has evitado cuidadosamente el contacto y con la que no te une más que un poco de miedo de volver a cruzarlo? No sé, pero el lunes estuve 20 minutos en Friburgo para buscar las plantillas que me mandó mi mamá con una conocida. 20 minutos: diez para ir al lugar, diez para volver a la estación. En el último minuto, a 20 metros de la estación, un chico bajito, con cara de nerd, se paró en seco y se quedó mirándome con cara de feliz cumpleaños.
- “Vous êtes argentine, n’est-ce pas? Nous nous avons connu dans le train entre Genève et Berne »
- « Ah, oui, bon soir”
Respondí- y caminé todo lo rápido que pude a la estación escapándome de la voz que gritaba “Verónica, n’est pas?” y tratando, desesperadamente, de repetirme que nunca había creído en el destino y que no iba a empezar, justo ahora, a creer en un destino que no me entusiasmaba para nada.

3 comentarios:

  1. Tan guenas las historias... Pero porque Producciones escuelas???????????????

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  2. ... que miedito... el petiso orejudo...

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  3. Sos una genia, Vero, me cago de risa con las historias... vos las sufrís y yo me río, ya lo sé, pero bueno... je! GENIA!!

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